Una duda razonable

Por muy deportista que uno sea, un niño de siete años es un niño de siete años. Y si ese niño está sano y bien alimentado se convierte entonces en una dinamo, una fuente inagotable de energía, un semidiós, una fuerza de la naturaleza, un verdadero titán.

-¡Tito, tito!- exclamó el pequeño Gabi, mi sobrino de siete años, mientras me secaba el sudor de la frente después de vagabundear durante horas por el museo de la ciencia como si quisiéramos batir el record Guinness de distancia recorrida en un lugar cerrado antes del almuerzo. Había conseguido encontrar un lugar en el que sentarme en aquel museo concebido por algún descendiente del rey espartano Leónidas y pensaba, iluso de mí, que había dado esquinazo al pequeñajo, al menos por unos minutos. Pero si jugando al escondite uno pudiera ganarse la vida, mi sobrino Gabi sería un profesional como la copa de un pino. Exhausto, me había detenido y acomodado mis posaderas en una especie de escalón delante del cristal blindado que hacía de frontera del bosque tropical, una réplica de la selva amazónica a escala ibérica, cuando mi némesis me encontró. 

-¿Qué haces aquí, tito?- preguntó rebosante de energía y vigor infantiles.

-Estoy viendo esos peces- dije yo, señalando unas pirañas enormes que nadaban en aquella especie de pecera gigante que era parte del bosque inundado con la parsimonia y la tranquilidad de un político en el congreso de los diputados, completamente ajeno a lo que puede estar sucediendo en el mundo real. Incluso la boca del temible pez me recordó a algún personajillo conocido, de esos que se tienen por la reencarnación del gran Demóstenes porque saben leer de un tirón los discursos que otros escriben para ellos. Fue entonces, mientras divagaba mentalmente sobre la antropomorfización de los animales en la historia de los dibujos animados, cuando mi sobrino, merced a su maravillosa vista rayos X, reparó en un detalle que a mí, cómo no, me había pasado desapercibido.

-¡Mira, tito, un grillo!

Y sí, ahí, contrastando con el frío y aséptico cemento del suelo, a unos centímetros del cristal que nos separaba de las pirañas y otros simpáticos peces amazónicos, un grillo se movía con paso milimétrico. ¿Qué hacía ahí aquel animalito, lejos de su hábitat natural? Los pasos apresurados e inconscientes de otros visitantes sugerían un trágico destino para nuestro nuevo amigo, muerte por aplastamiento, con toda seguiridad, y tanto Gabi como yo pensamos que lo mejor era ponerlo a salvo cuanto antes. 

-Cógelo con cuidado- ordené a mi sobrino.

-Cógelo tú, a mí me da miedo.

-Sólo es un grillo, por Dios bendito.

Intenté coger con cuidado al pobre insecto, bautizado ya Benito, pero tal vez ajeno a la bondad de sus salvadores se mostró huraño y esquivo en todo momento. Por fin, abrí el sobre en el que había metido un lápiz multicolor que le había comprado a mi sobrino en la tienda del museo y, todo mimos y paciencia jobiana, conseguí introducir en su interior al bichejo. Rápidamente nos dirigimos al bosque inundado. Fue franquear la puerta de entrada al recinto y sentir la humedad y temperatura selváticas acariciando nuestra piel. Árboles frondosos, plantas de un verde sobrenatural, sonidos exóticos y una amable lluvia artificial nos dieron la bienvenida a esta pequeña réplica del Amazonas. Buscamos un lugar discreto y, tras abrir el sobre de papel manila, liberamos a Benito quien, agradecido, nos dedicó un entrañable frote de antenas. Gabi y yo nos miramos y sonreímos. Acto seguido, un gran pájaro surgió de la nada y se tragó a nuestro grillo Benito como si nunca hubiera existido.

-A lo mejor Benito había logrado escaparse de aquí- sugirió mi sobrino Gabi. Y a mí me pareció una duda de lo más razonable.

Para Gabi

Jorge Romera 

 12 de septiembre de 2012

42 comentarios en “Una duda razonable

  1. Estoy de acuerdo con Gabi, a lo mejor Benito prefería perder una antena, o una pata o incluso morir aplastado entre la fauna humana que ser el almuerzo de un desalmado pájaro. A veces queriendo hacer el bien conseguimos hacer el mal… es muy tierno. Mis felicitaciones a Gabi por tener un tito tan estupendo.
    Un abrazo
    Alej.

      • hola tito, soy Gabriel y no se como responderte. me ha gustado mucho el relato, pero te enrollas mucho para mi vocabulario de siete años. un abrazo y nos vemos de aqui a dos martes; o sea, el dia 23 de octubre.

  2. Que feliz y ajeno,como Benito que por fin había logrado escapar , a lo que se tramaba dentro de esa condensada mente , dormía Gabi anoche, ignorante de que su personita pasaría a la historia como un personaje de novela. Vale tan sólo es un relato pero nunca se sabe.Estoy segura que le hará una ilusión tremenda.

  3. Bueno, tú piensa que a lo mejor pasó lo que tuvo que pasar, si sueltas el grillo quizá se hubiera modificado el hábitat, qué se yo, y se lo comió un pájaro ¿no?, quién te dice que si no se lo come el pájaro no le hubiera pillado otro crío y hubiera malvivido en una jaulita hasta el fin de sus días, no sé lo que viven esos bichos, pero supongo que unos cuantos.

    Ahm, las pirañas esas están ahí precisamente para deshacerse de críos, no digo por tu sobrino por supuesto, digo por si te toca alguno preguntón o demasiado plasta 😀

    A sus pies melenitas.

    • Es lo que tiene jugar a ser Dios, no es nada fácil. Quizá hubiera provocado un efecto mariposa que hubiera terminado no ya con el bosque inundado del Cosmocaixa, sino con la entidad bancaria que lo financia. Hubiera pasado a la historia como el «efecto grillo». Nunca se sabe, ¿no?
      Un abrazo.

  4. Al final, el hombre siempre quiere enmendarle la plana a la naturaleza. De todas formas me parece mucho mejor morir en el pico de un pájaro que aplastado contra el gris cemento. Al menos, si alguna vez soy grillo lo preferiré. Así que dile a Gabi que no tenga remordimientos.
    Un abrazo para ambos.

    • Leyendo «grillo» y remordimiento» en tu comentario, y gracias a un salto sináptico conocido como asociación de ideas, me ha venido a la mente Pepito Grillo. No, pero éste no puede ser. Se llamaba Benito, ¿no? Me hubiera sabido mal fastidiar toda la historia de Pinocho.
      Un abrazo de vuelta.

      • Yo es que ya no me acuerdo del cuento de Pinocho, era muy niño. Lo de que la nariz le crecía al mentir lo tengo claro, pero Pepito Grillo me sonaba más a daimon socrático. Aunque lo de psicólogo tampoco le queda mal. Psicoanalista ya sería un pelín demasiado, ¿no?
        Un abrazo.

  5. Las grandes personitas , imaginación muy amplia , pensamientos demasiado más profundos que los nuestros , los dilatan y deforman . De ahí las dudas y a veces los actos quizás en momentos no razonables , tientan a la suerte en ello .. pero siempre salen valientes .. Preciosas letras ..un saludo

    • El pensamiento de un niño resulta sorprendente, hasta el punto de que muchas veces nos preguntamos «¿fuimos nosotros niños alguna vez?». ¿Dónde fue a parar esa audacia mental que sólo puede impulsar la inocencia? Con suerte alguna vez, en uno de esos momentos cumbre, somos capaces de retomarla. Aunque sólo sea por unos instantes.
      Un saludo.

  6. Tu sobrino se merece que le hagas un día una entrevista y la publiques en tu blog. Seguro que nos dejaba boquiabiertos a mas de uno jaja. Que ocurrencia!
    Dile de mi parte que me simpatiza (y su tito también) 🙂
    PD. Me ha encantado la historia y como la has contado.

  7. La dirección de Cosmocaixa le insta para que pase por nuestras oficinas a la mayor brevedad posible. Nuestro pájaro estrella ha caído víctima de una extraña y fulminante alergia debido a la ingestión de algún alimento fuera de nuestro control.
    Revisando los videos de nuestras cámaras interiores hemos podido ver como dos individuos, contraviniendo todas las normativas, alimentaban al pájaro. Afortunadamente hemos conseguido una buena toma de la cara del individuo adulto y con programas de identificación y búsqueda de imágenes por internet hemos llegado hasta asquerosamentesano.
    Bien, ahora ya sabemos que era un grillo, pero deberá hablar con nuestro entomólogo para identificar la variedad y así poder tratar la alergia.
    Esperamos que comprenda la gravedad de la situación y el peligro de romper un equilibrio ecológico irrepetible.
    Atentamente se despide: el servicio jurídico de Cosmocaixa.

    • Después de tanto relato con atraco bancario sabía que, tarde o temprano, los equipos de inteligencia de La Caixa, amparándose en su exitoso programa «más vale prevenir que curar», darían con mi paradero, aunque nunca supuse que fueran tan rápidos (no lo son a la hora de conceder créditos, no). ¡Y todo por un maldito grillo!

  8. Ja ja, anda qué…con toda vuestra buena voluntad devolvisteis al grillo al lugar de donde había escapado de una muerte segura, como diría mi madre, el infierno está lleno de buenas intenciones.

    Me he recorrido el Museo de la Ciencia tantas veces con mi hija durante tantos años que me ha entrado el agotamiento al comentarlo tú, salíamos de allí siempre destrozados, y sí, yo siempre terminaba sentada a la entrada del bosque tropical ya con cara de lela, mi hija iba por ver los capibaras, que la tenían enamorada, pero nunca conocimos a Benito, ya no tendremos oportunidad, descanse en paz

    Besos

    • A veces uno intenta hacer algo bien hecho y le sale el tiro por la culata. Vaya, una frase hecha con arma de fuego (esto no puede ser bueno). Esa semana fuimos dos veces al Museo de la Ciencia. Ningún insecto se acercó más a nosotros. Supongo que alguien corrió la voz.
      Un beso.

  9. Ese Gabi es un rey, yo lo que hubiera hecho es adelantar los hechos y aplastar al bicho después de gritar histéricamente «un bichooooooooooooooooo… un bichooooooooooooooooo»…
    Ecologista que es una.
    ¿Y qué tal la selva amazónica? ¿Comiste por allí algo típico?

  10. Estupendo sencillamente, compañero. Toda una lección – para mi desconocido amigo Gabi- de Vida, con mayúsculas. Una lección que le enseñará, sin lugar a dudas, que por mucho que pretendamos y pensemos lo contrario, la naturaleza sigue su imparable rumbo, ajena por entero a nuestros tejemanejes y a nuestra estúpida prepotencia al creer que podemos desviarla un milímetro de su andadura.
    Y un simple grillo (ni siquiera un mamut o un dinosaurio) imparte las clases.
    No será tan simple, no.
    Un abrazo. Lección digna donde las haya.

  11. Tsk, tsk, Jorge: ¿Qué te dijimos los dioses sobre no mover los hilos de la existencia de los bichos mortales y no inmiscuirte en sus vidas o en sus actos?

    ¿Y encima dejándote mangonear por el ‘titán’ al que te hemos encargado que cuides y enseñes a manejarse por el mundo? Tu puesto está en entredicho: le mimas demasiado, hay momento en que no le puedes seguir el ritmo, el día menos pensado te da esquinazo al escondite y la liamos…

    (Menuda pieza debe ser ese Gabi. Un abrazo)

  12. Fantàstic Jorge, una anecdota molt instructiva, deixa fer als altres que ja saven el que volen i tu sols pots fer-los nosa… bé, no tu, qualsevol que vulgui ajudar i no en conegui les conseqüencies. Bona paravola!

  13. Ohhh!!! Qué pena!! Por querer hacer un bien hiciste un mal! Que se le va hacer! D.E.P Benito!..y en este relato el beso no te lo mando a ti, le mando uno bien grande a tu lindo sobrino! …la inocencia de los niños es lo más bonito que hay!! Te lo digo por experiencia!! …Muuuuak!» al final se me escapó uno para ti también!..

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