Blue Hotel (El Sidorme Girona)

Lunes por la mañana. Inserto en mi equipo el primer CD que tengo a mano y la voz imposible de Chris Isaak se filtra por mis oídos y permea mi cerebro a través de sinapsis, axones y dendritas. Y cuando quiero darme cuenta, ya me siento mucho mejor. Pero mi mente es demasiado inquieta para conformarse con una simple sensación de bienestar, y gracias a una asociación de colores mi pensamiento se retrotrae al fin de semana pasado y el hotel Sidorme de Girona aparece en algún lugar de mi cerebro como si estuviera siendo proyectado en una pantalla de cine. Multisalas, me temo. Sí, ya lo habréis adivinado, el Sidorme es de color azul, como el hotel de esa pieza maestra de Chris Isaak.

Me propongo escribir una crítica más que favorable del hotel para Tripadvisor, pero me aparece la siguiente advertencia: «Recientemente has escrito una opinión sobre el Sidorme Girona. Léela aquí:  http://www.tripadvisor.es/ShowUserReviews-g1078741-d1105760-r121231776-Sidorme_Girona-Salt_Province_of_Girona_Catalonia.html.  Puedes escribir otra opinión sobre este hotel transcurridos al menos tres meses desde la anterior si lo has vuelto a visitar».

Es cierto, ahora lo recuerdo, estuvimos allí el 30 de noviembre de 2011 y escribí una reseña bajo el título de «Nos hemos vuelto muy pijoteras». En ella, y después de leer algunas críticas bastante discutibles de otros comentaristas de tripadvisor, arremetía «sutilmente» contra esos descontentos crónicos que no saben apreciar lo bueno cuando lo tienen delante de sus rinoplásticas narices. Me revientan las injusticias, no puedo evitarlo. Así que, en aquella ocasión y tras escribir una reseña encomiástica sobre nuestra experiencia en el Sidorme de Girona, decidí hacer algo más y envié una nota vía internet al apartado de «Atención al cliente» de la cadena Sidorme. En la nota elogiaba la filosofía low cost de la cadena y agradecía la posibilidad que nos brindaba de viajar y ampliar horizontes a los pobres diablos que, como yo, no tenían la suerte de poseer pozos petrolíferos. Dejaba  también caer en la nota algún nombre propio, como el de Elisa, la recepcionista de tarde, lo que tiene su mérito pues ¿cómo leer esas etiquetas con el nombre que llevan cosidas las recepcionistas en la camisa sobre la zona pectoral sin parecer un viejo sátiro sediento de lujuria? Pero la chica nos pareció tan amable a Nuria y a mí, su sonrisa tan deslumbrante y su simpatía tan sincera que no pude evitarlo. Forcé la vista hasta que se me pusieron los ojos saltones, y con la discreción y el aplomo de jugador de póquer que me caracterizan, anoté mentalmente su nombre en algún rincón de mi memoria. 

Esa misma semana recibí un correo de agradecimiento a mi nota de agradecimiento por parte de la gerente de los hoteles Sidorme Girona y Figueres, lo cual me alegró pues los seres humanos, o casi todos los seres humanos, llevamos escrito en el código genético el sentido de la reciprocidad. Y la cosa habría terminado ahí, pero hace dos fines de semana, la ola de frío siberiano cerniéndose sobre nuestras temerosas cabecitas, Nuria y yo decidimos volver al Sidorme Girona en busca de las bondades de su aire acondicionado. Como suele decirse (¿y la frase no es de «El Padrino»?), recibimos una oferta que no pudimos rechazar. Llegamos al hotel el viernes por la noche y Elisa, en una anagnórisis clásica, se sonrojó al reconocernos después de más de dos meses. Nos confesó lo orgullosa que estaba de que la hubieran felicitado desde la central e incluso nos invitó a desayunar a la mañana siguiente. Y todo por una simple nota de agradecimiento al hotel. Estamos tan acostumbrados a ir por la vida quejándonos de todo, que no somos capaces de ver cuándo algo o alguien es excepcional en lo que hace. Y si lo vemos, somos demasiado tacaños para hacer un simple elogio.

Y si me gustó la primera vez y por ello envié un correo de agradecimiento, ¿por qué no hacerlo después de la segunda? Mi madre sostenía que le parecía excesivo, pero hay pocas personas que entiendan realmente el significado de esa palabra. Así que escribí otra nota de agradecimiento a la central (diferente a la de la vez anterior, aprovechando el hecho de que pretendo ser escritor), un correo a la gerente del hotel y una más a recepción. Y tuve tres respuestas.

Pero mira por dónde, la ola de frío siberiano, que ya parecía un episodio relegado al pasado, algo para contar a nuestros nietos en esas noches tormentosas en que nos quedamos sin fluido eléctrico, llega a Italia y, gracias a poderosos fenómenos atmosféricos que escapan a la comprensión de un pobre lego como yo,  gira sobre sí misma y se dirige de nuevo hacia la península ibérica con vigor redoblado e intenciones aviesas. ¿Acaso tengo yo la culpa? Y conjugándose con los elementos, de nuevo nos llega una oferta del Sidorme Girona vía booking que, una vez más, nos vemos incapaces de rechazar. De acuerdo, enseguida nos viene a la memoria aquel sketch de Martes Trece: dos compañeros que trabajan en una enorme multinacional y no se ven prácticamente nunca coinciden en uno de los pasillos de la empresa. ¡Cuánto tiempo! Apretones de mano, efusivos abrazos, promesas de llamarse por teléfono para quedar a tomar algo. Ese mismo día, al cabo de sólo unas horas, vuelven a encontrarse por casualidad en el mismo pasillo. ¿Y no tenemos la impresión de que hay menos efusividad en los nuevos abrazos?  A partir de ese momento, cada uno de los compañeros se mueve con el sigilo de una boa constrictor cada vez que tiene que cruzar ese pasillo. El sketch no sólo es genial, sino que refleja algo que todos tenemos en algún lugar de la mente. ¿O lo tienen sólo los tímidos? Qué más da. En cualquier caso hace mucho que vencí aquella timidez paralizante que me aplastó durante años y forma parte de «Asquerosamente sano», esa novela que espero publicar. Así que volvimos al Sidorme Girona por tercera vez. Y la relación calidad-precio del hotel seguía igual de insuperable que de costumbre, sus habitaciones tan limpias y sus camas tan apropiadas para… para las escapadas románticas como lo han sido siempre. Y también estaba Elisa, siendo como siempre es, ella misma. 

Y hubiera escrito una crítica fabulosa en el tripadvisor, pero no me han dejado. Así que la escribo aquí, porque en mi blog escribo lo que quiero. ¿Enviaré una nueva carta a la gerencia del hotel? Se aceptan apuestas.

2 comentarios en “Blue Hotel (El Sidorme Girona)

  1. ASÍ QUE NO TE HABÍAS VUELTO UN MADURITO IMPRUDENTE,NO ERAN SUS AMABLES PECHOS LO QUE TE ESFORZABAS POR VER,VAYA HOMBRE,JAJAJJAJA.
    YO APUESTO A QUE SÍ VOLVERAS A ESCRIBIR A LA GERENCIA DEL HOTEL.¿CONOCERÁ LO SUFICIENTE AIRUNE A JORJUNE?
    ERES GENIAL.

  2. Cualquier buen director que se precie debe tener muy presente los comentarios de sus clientes, puesto que son una fuente de información imprescindible para mejorar el negocio. En mi empresa, las cartas de agradecimiento o queja son conocidas por toda la compañía y cuando el director las contesta también.
    Recuerdo un día que compré en la frutería junto a mi casa unos pimientos rojos que tenían muy buen aspecto. Cuando los abrí, estaban podridos por dentro. Con toda la buena intención de informar al frutero, bajé a decirselo y con muy mala cara le dijo a su hijo ¡dale otro pimiento al señor! Entonces me dí cuenta que el frutero no había entendido porqué había bajado y por ello no he vuelto a entrar a esta frutería.
    Estoy seguro que volverás a escribir, al igual que volverás a ese hotel.

    Pepe

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