Vacaciones en el mar

Aquel viaje no comenzó con buen pie. Se suponía que era un crucero de placer y a las dos horas de haber zarpado, más de la mitad del pasaje estaba vomitando por la borda, con el consiguiente regocijo de la fauna marina. Los miembros de la tripulación, aún exhibiendo profesionales semblantes de consternación, no podían evitar sonrisillas de complicidad y miradas de inteligencia al cruzarse en cubierta, como diciendo «pardillos». 

En tales circunstancias una aventura romántica, un flechazo o un affaire, estaban descartados de antemano, lo que dicho sea de paso constituía una tragedia casi tan grande como una colisión con un iceberg, pues muchos de los pasajeros habían ido hasta ahí en busca de un romance. 

El azar, sin embargo, quiso que aquella odisea no fuese completamente en vano. El azar es así, díscolo, imprevisible, caprichoso. Ella estuvo a punto de caerse al suelo en un movimiento brusco de la embarcación. Él, fuerte y dinámico, la sostuvo por la cintura. A veces las circunstancias adversas facilitan un preámbulo, proporcionan la excusa perfecta para iniciar una conversación, y el hielo no tiene que romperse porque ya se ha roto antes en mil pedazos. 

Como suele suceder en tales ocasiones, tras una hora de charla ambos tenían esa paradójica aunque agradable sensación de conocerse de toda la vida. Cenaron juntos y más tarde, con la discreción propia de estos casos, decidieron compartir camarote. La noche fue movida, y no sólo a causa de los vaivenes producidos por el temporal. 

La luz del amanecer, entrando a raudales por el ojo de buey, los encontró abrazados y aún dormidos, sonrientes, como si en sus respectivos sueños ambos hubieran tomado una determinación. Ella no le contaría que su  marido la maltrataba, que antes de la ruptura acaecida diez años atrás le dio tal paliza que tuvieron que practicarle la cirugía plástica. Él nunca le revelaría que pegaba a su mujer, que  los hermanos de ella juraron matarle si algún día daban con su paradero, y él tuvo que acudir a un buen cirujano plástico para cambiar de identidad y salvar la vida, hacía de eso ya diez años. ¿Habíamos dicho algo del azar?

Jorge Romera

4 de octubre de 2012

53 comentarios en “Vacaciones en el mar

  1. Buenooooo, supongo que así al principio no se conocieron, de acuerdo, pero hay cosas muy «íntimas» que no cambian y no se olvidan… Digo yo, que en algún momento se darán cuenta, pero mientras tanto y sin darse cuenta, han descubierto de nuevo la pasión…
    Besos
    Ana

    • Un escenario completamente nuevo, el tiempo transcurrido, el temporal en alta mar, la penumbra del camarote sólo amortiguada por la tenue luz lunar que se filtra a través del ojo de buey, los vaivenes del navío… Son factores que invitan al despiste. Pero claro que se darán cuenta…
      Un beso.

  2. En cuanto le suelte la primera hostia se dará cuenta. Lo demás se puede olvidar: la forma de besar; de empujar; de abrazar. Todo eso es olvidable, pero el dolor tiene memoria infinita.
    Buen relato amigo. Un abrazo.

    • No se puede decir mejor: el dolor tiene memoria infinita. Qué paradoja que lo malo siempre pese más que lo bueno. Quizá se deba a que podemos sentir placer sólo de unas cuantas maneras, y no muchas, mientras que hay innumerables formas de provocar dolor. O que el mayor dolor siempre es más intenso que el mayor placer.
      Un abrazo, Miguel.

  3. Jo…Estaba yo pensando una manera de decir algo bonito y, de repente, va y leo lo de Miguel..Así, directo como un tiro! Casi se ma ha caído el cafe de la boca!
    Pero tiene razón: el dolor siempre se recuerda…Es como cuando vas por la calle y de pronto sientes un olor y ahí está , algo que hacía años que no pensabas…Ella lo descubrirá un día, aunque sea por un brillo en la mirada de él…Y se repetirá el infierno…

    • Una vez leí que un psiquiatra, o tal vez un neurólogo -no lo recuerdo bien-, hizo un experimento con una paciente que padecía un problema grave de memoria. Si le decías algo y le preguntabas al cabo de unos minutos lo había olvidado. Un día el médico se escondió una aguja en una mano, y al estrechar la de la mujer le pinchó por sorpresa. Al día siguiente el médico fue a repetir lo de la aguja, y al ir a estrechar de nuevo la mano de la paciente ella reaccionó retirando la mano de golpe, aunque no supo decir luego por qué. Ésa es nuestra memoria para el dolor.

  4. Estaba leyendo y pensaba a ver por dónde caerías, porque me decía que una historia de amor sin más no era propio de «melenitas», aun esperándome cualquier giro he de decir que me ha sorprendido, yo pensaba que ella iba a resultar ser Manolo o algo así y que él iba a estar andando como John Wayne dos semanas, pero vaya, que no sé si es peor lo tuyo 😀

    Yo aunque no lo creo, sinceramente, casi esperaría que él hubiera cambiado, aunque a ella no le haría falta llegar a la primera hostia, algo diría él que a ella le iluminara la bombilla.

    ¿Sabes que ayer estuve sopesando la idea de un relato sobre malos tratos?, casualidades de la vida, no lo hice ni creo que lo haga, precisamente porque me falta el final, lo más difícil.

    Abrazos mozo.

    • Así que pensabas que ella era Manolo. ¿Por qué eres tan mal pensado?
      Creo que estamos de acuerdo en que esta pareja no llegará a celebrar las bodas de oro.
      Ah, las casualidades. Las mejores pasan cuando tú has marcado los mismos números que luego salen en el sorteo del euromillón. Si eso te ocurre algún día, no te olvides de mí 🙂
      Y sigue dándole vueltas a ese final; cuando menos te lo esperes, aparecerá en tu mente.
      Un abrazo.

  5. Lo de «…con el consiguiente regocijo de la fauna marina» me ha tocado la fibra gamberra, que lo sepas 😛

    Ahora ya en serio: ¿Por qué nadie le concede al tipo el beneficio de la duda? ¿No puede haber cambiado en una década? ¿Es que un asesino o un estafador o un drogadicto pueden arrepentirse, cambiar y reinsertarse en la sociedad, y un maltratador no? Por favor, no trato de defender esta forma de violencia, que me parece propia de sociópatas, pero sí que creo que todo el mundo merece una segunda oportunidad. Bueno, a lo mejor me lo he tomado demasiado en serio… Que opine el autor del microrrelato… 😳

    Un abrazo (¿ha vuelto la inspiración? Dos microcuentos seguidos… Eso merece otro abrazo)

    • Te contesto yo, y luego que conteste el autor, porque no me puedo morder la lengua. No sé si un maltratador puede cambiar, quizás con un buen proceso de reeducación, aunque creo que es más complicado que eso, porque hay rasgos psicológicos ahí que en fin, si difícil es curar pequeños problemas psicológicos imagina esto, de cualquier manera sólo hay que mirar el porcentaje de reincidencia.
      Aún así, suponiendo que esa persona cambie ¿Tengo yo como hipotética víctima de sus maltratos pasado que perdonarle, o comprenderle? Pues sí hombre, y que más, bastante barato le ha salido ya.
      Besitos guapo

      • Supongo que rasgos psicológicos hay en todos aquellos que se desvían y comenten delitos: anda que no hay asesinos a los que les falta un tornillo.

        Y respecto a lo de perdonar o no, está en cada cual: obviamente para las víctimas es mucho más difícil que para terceros. Pero no sería ni el primero ni el segundo caso de víctimas que perdonan.

        Ahora bien, si el autor del relato dice que este tipo es un hijo de puta, pues todo lo anterior no tiene razón de ser. Pero que conste que de la lectura sin más de relato no se trasluce si él había cambiado o sigue siendo un maltratador.

        Creo yo, vamos. Un abrazo.

    • Con respecto a las segundas oportunidades, depende de lo que hayas hecho. No es lo mismo robar en un supermercado que ser el responsable de un genocidio.
      Yo siempre he creído en el cambio. Es difícil, pero no imposible. Ahora bien, entre tú yo, el tipo del relato es un cabrón. Te lo digo yo, que para eso soy el autor 🙂
      Venga otro abrazo (hoy me siento inspirado).

      • Tú eres el autor, pero le decía a Inma que mi comentario venía a que, sin saberlo, no queda claro si el tipo seguía siendo o no un maltratador.

        Nuevo abrazo (y petición formal: por favor, editame esa ‘h’ que se me olvidó en el horrible ‘¿a vuelto la inspiración?»). Gracias.

      • Claro que no queda claro, redundancias aparte. Así cada uno puede pensar lo que quiera y todo queda más en el aire. Incluso el autor puede decir hoy que el tipo era un cabrón y mañana asegurar que no lo tiene tan claro. La ambigüedad en la vida real es una tocada de cojones (no entiendo por qué el corrector me subraya en rojo «cojones»), pero en literatura hay que reconocer que da mucho juego.
        A mí también se me pasó lo de la hache (y eso que soy un hacha). No somos perfectos.
        Un abrazo.

      • Es la salsa de no pocos relatos breves; porque ya me dirás tú, si en poco espacio no juegas a la ambivalencia…

        Si llega a ver mi madre lo de la falta de ortografía, me hace tragarme el Miranda Podadera, edición de lujo; no te digo más.

        (Otro) abrazo.

    • Es que el título era un poco engañoso. Uno se espera bailes en cubierta a la luz de la luna, gente guapa, miradas lánguidas, martini bien frío (con o sin aceituna)… Pero hoy me he levantado con el pie izquierdo 🙂
      Me alegro de que te haya gustado.

  6. Al final hay una especie de atracción fatal que aún sin saberlo, de forma inconsciente, nos suele acercar como en este caso a un determinado perfil o tipo de hombre o mujer concreto, luego nos quejamos de que siempre nos ocurre lo mismo o terminamos igual. Ay, los seres humanos…
    Besitos

    • Ésa es una teoría muy plausible que yo no había contemplado al escribir el relato. Tal vez me gusta jugar más con el azar como factor dominante en el mundo. Como si la diosa Fortuna impregnase con parte de su magia nuestras insulsas vidas.
      Besitos de vuelta.

  7. Buen relato. Dirás que soy muy dramático, pero no he podido evitarlo. Pienso que la vida es como ese barco. Sus vaivenes nos hacen deambular como ciegos, borrachos, vomitadores…. algo de Saramago veo por ahí; ante las sonrisillas de quien maneja el timón… se me representa la perenne sonrisa maliciosa de un Montoro… dirás que dónde voy, que qué he leído… como he dicho, no he podido evitar que mi imaginación hiciera el paralelismo. Visto así es bastante pesimista, no por ello menos bueno, pues, ante un descalabro inminente, nos recoge el mismo maltratador, eso si, con una nueva piel. ¿Por qué tenemos esa necesidad de «ser recogidos»? ¿Por qué nos encerramos en ese barco, cegándonos ante la posibilidad de una nueva aventura? Muchas gracias por hacer que siga preguntándome ¿por qué…?
    Un fuerte abrazo
    Alej.

  8. Bueno, si se encontraron en otra vida y en otros cuerpos igual la historia tiene un final feliz después de todo… aunque tu relato me haya dejado mal cuerpo…

    Un fuerte abrazo

    • Te confesaré algo: envidio a los autores que siempre son capaces de hacer reír a sus lectores. Es imposible leer una entrada de Dessjuest, por ejemplo, y no reírte con lo que vas leyendo. Y no tengo información al respecto, pero estoy seguro de que la risa induce a que el cerebro segregue alguna de esas hormonas (¿endorfinas? ¿oxitocina?) que hacen que te sientas estupendamente contigo mismo, y en deuda con el autor. Pero yo no soy capaz de eso. Escribo en función de mi estado de ánimo y de mi inspiración, esta última condicionada muchas veces por aquél. Pero en cualquier caso, si mi relato te ha dejado mal cuerpo, no está tan mal. En la ficción, como en la vida misma, lo peor de todo es la indiferencia.
      Un abrazo.

    • Una anécdota del instituto. En la primera evaluación de «Historia de la Música», en 1º de B.U.P., saqué un suficiente. En la segunda evaluación obtuve un bien. En la tercera me fui al notable, y en la cuarta logré un sobresaliente. La nota final en aquella asignatura fue un sobresaliente. Perplejo, le pregunté a la profesora por qué me había puesto un sobresaliente. Nunca olvidaré su contestación: «por tu progresión. No es lo mismo empezar con sobresaliente y terminar con un suficiente, que comenzar con un suficiente y terminar con sobresaliente». Yo creo que en literatura pasa lo mismo, con la posible diferencia de que si el comienzo es muy malo, no hay quien acabe el libro 🙂
      Muchas gracias, Mercedes.

  9. La historia, como no podía ser menos, está bordada. Y, tratando de barcos y tratándose de ti, era normal que llegara a buen puerto.
    El tema puede tener tantas interpretaciones como queramos. No son desconocidos y no son los menos, desde luego, los casos de sadomasoquismo. Y aunque nos parezca un asunto truculento, no podemos ignorar que existen. Que hay relaciones basadas en el dolor. Relaciones parasitarias. Donde unos ponen por propia voluntad la cara y otros, por propia voluntad, endiñan el guantazo. Dios los cría y ellos…
    Incluso, dependiendo de muchos factores familiares, sociales, culturales… esas relaciones en algunos ámbitos suelen estar tácitamente aceptadas por ambas partes.
    No creo que hayas escrito pensando en ello, aunque el que escribe es como dios: se limita a crear sus personajes… y ellos se juntan. Para bien o para mal.
    Un abrazo, compañero. Buen relato, la prueba está en que da para mil enfoques distintos.

    • Una de las cosas buenas de escribir es que uno escribe algo y luego los lectores le encuentran nuevas interpretaciones. Al final, la verdadera riqueza viene con la aportación de todos. No estamos solos, y eso está bien.
      Un abrazo, Jesús, y gracias por esa aportación.

    • Más vale tarde que nunca, aunque responda un mes después: gracias por esas palabras de elogio. Por mucho que digan que un escritor escribe para sí mismo, los halagos son parte del combustible. No sólo de tinta está cargada la pluma del escritor.
      Un abrazo.

      • En aquellas «décadas» lejanas apenas había batidos de proteína en este país y su sabor era sencillamente deleznable. En cualquier caso, yo apenas tomaba batidos. Ahora sí que los tomo, por eso dicen «a la vejez, viruelas» (que suena mucho mejor que «a la vejez, batidos de proteínas», dónde va a parar).

  10. Ohhhhh!!!!! Qué bonito ha empezado y qué mal la veo terminar, en cuanto se descantille le arría un bofetón y se dará cuenta de quien es!!! …Bien dice el refrán, genio y figura hasta la sepultura!!…por mucho que se cambie el físico, la mala idea no la cambia…(te lo digo yo)…un beso tesoro y ya me bajo del tren que mañana hay que trabajar, gracias me llevo un buen sabor de boca antes de dormir!! ..Otro beso más!!……

    • Las vacaciones en el mar son siempre tan idílicas… (no suena igual «vacaciones en la trena», por ejemplo). Cruceros de placer, tumbonas, sol, brisa marina, romance, daikiris (¿eso no era una bebida?). Sin embargo, todo puede torcerse… Un poco de pesimismo siempre le da sabor a la ficción.
      Un abrazo, Ana.

      • Pues no, no suena igual, pero vamos que ya te encargas tú de aliñar tus relatos de tal manera que a todos les das buen sabor!…un beso Jorge

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